EL PAISAJE
Mar y montaña. Así es el paisaje de la Alpujarra marítima, Por una parte se trata de las amplias lomas de la Contraviesa que se despeñan en la costa. Unas montañas apacibles repletas de viejos y, en su parte, abandonado almendros que han cedido definitivamente su sitio a los invernaderos, desde los 300 metros de desnivel hasta el mar.
La mayoría de este paisaje está invadido por una vegetación mediterránea típica con algunos simbólicos algarrobos y sobre todo monte bajo; retamas, genistas y bolinas que ofrecen un amarillo intenso en los meses de abril y mayo, por ejemplo, en la subida a Polopos.
El monte se encuentra casi perdido para la agricultura tradicional y se ve salpicado por numerosos cortijos, unos abandonados y otros rehabilitados para el turismo rural.
La línea de costa, por su parte, es abrupta y los esquitos alpujárrides, el típico material pizarroso, se precipitan al mar formando paredes cortadas en la parte oriental y enormes acantilados en su gran parte más occidental. Toda la comarca cuenta con un buen número de playas de arena gruesa y gris que gozan de algunas limpias y claras de un azul oscuro.
A ambos extremos de la comarca, la rambla de Albuñol y de Castell de Ferro se presentan como las únicas llanuras existentes que han cogido, a partir de lo años 70, decenas de explotaciones bajo plástico, el actual motor de la zona.
La antigua carretera nacional como sus pretiles de piedra ha quedado, y quedará aún más con la futura autovía, como un circuito turístico para disfrutar de calas recoletas como La Rijana y bellos acantilados que anuncian fondos submarinos inauditos y de un entorno siempre soleado en donde las cabras monteses pueden sorprender en cualquier viaje.-
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